sábado, 7 de diciembre de 2013

¿Mis raices me influyen?


 
Somos lo que somos: lo que hemos heredado de nuestros ancestros y lo que hemos experimentado. Comprender esto nos ayuda a comprender a los demás. Profundizar en el conocimiento de nuestros antepasados facilita que entendamos el porqué de sus vidas y de su comportamiento. Sin juzgarlos, agradeciéndoles la vida que nos han regalado y comprendiendo que lo hicieron lo mejor que pudieron dadas sus circunstancias. Reconocerlo y reconciliarse con ellos -aunque ya no estén- nos ayuda a transitar nuestra vida liberándonos de bloqueos heredados.


Somos el fruto de la unión de muchas personas, de muchas vidas, de muchas circunstancias... Es imposible sentirse desvinculado, solo e independiente de todos ellos. Lo quiera o no, mis raíces influyen sobre lo que yo soy y me ayuda a entender determinados bloqueos en mi vida.


David Solá, terapeuta de constelaciones familiares, en su libro "Víctima de víctimas", nos explica de manera sencilla dichos procesos:

"La familia no puede considerarse únicamente como la respuesta a la necesidad de reproducción biológica de las sociedades. Es mucho más que eso: la familia es el lugar donde las personas aprenden a vivir y a amar, a convivir y a formarse para el resto de su vida.

Los padres, además de dar la vida a sus hijos, dan aquello que son en sí mismos, aquello que recibieron un día de sus propios padres y luego transmiten a sus hijos. De la misma manera que los hijos reciben una herencia genética del padre y de la madre, también reciben de ellos una herencia anímica, la cual recibieron sus padres de sus abuelos.

(...) Al nacer, una persona no sólo está vinculada a sus padres; también lo está a los sistemas familiares a los que ellos pertenecen: éstas son sus raíces. Los principios sistemáticos que rigen las familias no son preceptos morales, son sencillamente las condiciones básicas para que el amor fluya. Cuando los miembros de una generación no reciben amor, generalmente se debe a que sus progenitores han sufrido alguna experiencia, posiblemente traumática, incapacitándoles para el don de fluir. De no ser así, la causa suele encontrarse en una generación anterior.

Cuando no fluye la energía del amor de manera natural es porque existe algún nudo, obstáculo o enredo en las relaciones verticales del sistema familiar donde el amor ha quedado frenado, tal como le ocurre al agua que discurre por un cauce y se bloquea su curso.

Si a un niño sus padres no le dan amor, la auténtica energía del amor, crecerá sin él y en sus futuras relaciones podrá mostrarse amable, servicial y hasta cariñoso, pero no podrá transmitir lo que no le han dado.

Muchos tienen la idea de que la vida les pertenece, o que pueden hacer con ella lo que les plazca; pero probablemente es más cierto lo contrario: son ellos los que pertenecen a la vida, la cual tiene sus propias reglas. Encontrarse en armonía con ellas equivale a vivir con plenitud, evitando mucho dolor innecesario."




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