martes, 4 de junio de 2013

Digerir las emociones

 


Las emociones son como la comida: tienen que pasar por un proceso de digestión y transformación si queremos conseguir que nuestra salud no se resienta


Del mismo modo que una mala digestión en una comida transforma parte del proceso en toxinas que llegan a nuestras células y que con el tiempo, si esa alimentación sigue siendo deficiente, degenerará en una enfermedad, lo mismo ocurre con las emociones que no hemos sabido o podido digerir.

La rabia, la envidia, la ira, el odio... son emociones que, literalmente, sentimos en nuestro cuerpo físico: nuestro corazón se encoge, nos falta el aire, sentimos una gran presión en la boca del estómago, nos duele la cabeza...

La ciencia ha demostrado que estos estados deprimen nuestras células, las dañan. Y si esas emociones se mantienen en el tiempo, acabarán derivando en enfermedad. -No olvidemos que las células que componen nuestros tejidos son organismos vivos con inteligencia propia. Construyen y reconstruyen todo nuestro cuerpo una y otra vez. Si no las "alimentamos" convenientemente a través de una respiración adecuada, de los nutrientes necesarios y de una calma interior, éstas se resienten y dejan de funcionar como deberían-

Si no hemos digerido bien esas emociones en su momento, éstas regresaran una y otra vez cuando la mente recuerde el suceso que las generó. Y de este modo, continuaremos reviviendo el mismo dolor, tal y como fue el día que se produjo. Este proceso es una tortura para el cuerpo: Seguimos reviviendo el pasado cuando ya no podemos hacer nada por cambiarlo. Seguimos castigándonos por una acción que  ya no nos aporta nada en el presente, más que dolor.

Tomar consciencia de ello, nos ayudará a no detenernos demasiado en lo ya pasado más que lo imprescindible. Es inevitable que nuestra mente recuerde hechos pasados dolorosos, pero en nuestra mano está tomar la decisión de quedarnos en ellos de manera indefinida o simplemente de recordarlos unos instantes sabiendo que ya pasaron y que la vida está en el Presente, en el Ahora.

El Ahora es el único momento real que existe. El Ayer ya pasó y el Mañana aún no ha llegado. Y mientras continuemos viviendo en el Ayer o en el Mañana, nos estaremos perdiendo todas las puertas, todas las vivencias y todo aquello que se está abriendo en el Presente para nuestro disfrute.