lunes, 18 de abril de 2016

Llenos... ¿de qué?


Poder alimentarme de cosas ricas y nutritivas y ver mi frutero y mi frigorífico pleno, me hace sentir últimamente el corazón encogido...

 ¿Cuantas personas no tienen nada que llevarse a la boca? Me duelen los refugiados sirios. Me duelen en lo más profundo... Y seguimos mirando a otro lado, escurriendo el bulto y sin tomar el toro por los cuernos.

Crecer espiritualmente y personalmente supone también sacar la voz y exigir a nuestros políticos el cambio que queremos. Supone acción terrenal y no sólo meditación en la paz y el amor.

Es fácil querer paz y amor cuando estoy en mi comodidad. Me pregunto si esa postura sería la misma si estuviera en tierra de nadie, tras haber cruzado el mar huyendo de una guerra atroz generada por intereses logísticos y económicos que no son de mi pueblo, si no de otros países. Con mis hijos llorando, pasando frio y hambre. Estando con personas que mueren en el trayecto y llegando a una tierra donde me reciben con gases lacrimógenos y me tratan peor que a un delincuente... Me pregunto también qué están haciendo las mafias con esos 6.000 niños desaparecidos... La realidad superará con creces las atrocidades que imagino.

Me pregunto cuánto tardarán en llegarme las consecuencias de lo que está sucediendo allí y en otros lugares, el sufrimiento, la rabia y la desesperanza de verse sin NADA...

Creo que vamos a pagar caro tanto sufrimiento generado por ser incapaces de tomar nuestra responsabilidad actuando para descimentar las rigidas estructuras de poder que mantienen tanta desigualdad e injusticia.
No queremos hacerlo porque ello nos sacaría de nuestra burbuja de comodidad y también de la queja superficial bajo la que escondemos nuestra pasividad.

Nosotros podríamos ser los próximos refugiados... No estamos a salvo aunque nuestra mente egocéntrica nos haga creer lo contrario

Con amor,
Angeles


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