(Foto: Rous Baltrons)
Si no existieran espejos, si no pudiera observar mi físico, sería menos cruel conmigo misma.
Porque hay que ser valiente para poder mirarse al espejo con
honestidad, aceptando mi cuerpo tal como es ahora, sin querer compararlo con
ningún otro. Simplemente observándolo y no deseando cambiar nada.
Es un ejercicio incómodo y raro. Pero es una gran
experiencia. Porque solo con ojos amorosos, comprensivos y pacientes puedo ser
capaz de agradecer cada centímetro de mi piel, cada curva, cada espacio que mi
mente juzga como feo… Hay mucha literatura de pensamiento positivo, mensajes
para que repita como una cacatúa que quedan grabados en mi mente… pero no en mi
cuerpo. Por eso me cuesta tanto aceptarme aunque mi mente sepa qué es lo que
tengo que hacer. Porque mis células llevan siglos asumiendo que nunca soy lo
suficientemente bella, lo suficientemente perfecta, lo suficientemente… IRREAL.
Ya es hora de que las mujeres dejemos de compararnos unas
con otras. Porque todas tenemos las mismas neuras al respecto. Por eso existe
esa búsqueda de un modelo ideal, que en realidad no existe. Esa búsqueda perfecta
está basada en algo muy simple: el desamor.
El desamor es una falta de amor hacia mí misma, que me lleva
a no ser auténtica. Me lleva a complacer a l@s demás, a ser lo que l@s demás
quieren que yo sea. Y lo hacemos a través de lo que creemos que ell@s aprecian
de nosotras: nuestro físico. Pero también a través de nuestro comportamiento:
ser complaciente, agradable y sumisa, no decir que no, ser incapaz de poner
límites por miedo a que alguien se enfade –y deje de quererme… y me abandone…-
Son esos miedos al abandono, a que l@s demás dejen de
quererme –pareja, familia, amig@s, conocidos…- lo que hace que mis
inseguridades deriven en mantener una imagen con la que estoy profundamente
insatisfecha, aunque hacia fuera muestre la muñequita perfecta que l@s demás
quieren tener como amiga, pareja, familia o conocida.
Es hora de que las mujeres dejemos de criticarnos y de competir
unas con otras. Es hora de que cada una de nosotras nos miremos con honestidad
al espejo externo y también al espejo interno. Escuchar esa voz de conciencia
que todas tenemos pero que está acallado por el ruido mental y por las voces de
otr@s que, desde afuera, nos cuentan cómo tenemos que ser.
Una mujer fuerte que actúa desde la consciencia irá viendo
cómo su vida va limpiándose: perdiendo cosas y personas superficiales y ganando
relaciones que la valoran por su fortaleza interior y no por su adaptación a
ser lo que otr@s quieren que sea
. Y lo más importante: se tiene a ella misma. Mujer con
capacidad de cambio y de transformación continuo.
Sé realmente cómo tú quieras, sin buscar agradar a nadie.
Sólo para agradarte y disfrutar de ti desde la autenticidad. Sólo así logramos
compartir con l@s demás desde la sinceridad. Sólo así las mujeres nos uniremos
desde la verdadera confianza y sin falsedad.
Ahora, más que nunca, tenemos la oportunidad de compartir
con mujeres que realmente sienten ese hartazgo y esa llamada a escucharse, a
ser como siempre han sentido ser y desde ahí poder transformar lo que tenemos a
nuestro alcance. Por nosotras, por todas las mujeres y por los hombres que nos
acompañan.
Ángeles ♥
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