Lo que vivo no soy yo. Pero conforma mi experiencia. Y mi
experiencia nutre lo que soy en esa profundidad que llamamos Ser con
mayúsculas. Ese lugar más allá de mis corazas, de mis máscaras, de mi
personalidad.
Las experiencias vividas me han forjado en lo que siento ser
ahora mismo.
Vivencias dolorosas, amorosas, alegres, tristes… todo forma
parte de lo que la vida nos presenta. No conozco a nadie que viva en felicidad continua, que no sienta en un momento determinado tristeza, o rabia,
o egoísmo y que sólo sienta amor, paz y alegría...
Todo me conforma. Y lo que pude vivir en un momento
determinado como experiencia dolorosa no fue dolor en su totalidad mientras lo
viví. Hubo momentos de dolor, pero también de alegría, de amor, de compartir,
de disfrutar. De este modo, lo que las
personas desde afuera ven como un “fracaso” para mí no lo fue. Porque gracias a
todo lo que envolvió esa vivencia, estuve en el lugar que permitió relacionarme
con otras circunstancias no conocidas, con otros espacios distintos, con otras vías de crecimiento.
Las experiencias vividas me nutrieron de aprendizaje y me
fueron transformando en lo que soy hoy. Veo la vida como un continuo pase de situaciones que tengo delante para observarlas,
sentirlas y crecer más allá de lo que las creencias y los patrones establecidos
limitan mi mirada.
La libertad en mí, comienza por dejar de auto imponerme
formas de comportamiento aprendidas pero no digeridas. Libertad, para mí, es poner
consciencia en lo que me limita y curiosear y vivenciar nuevos espacios que
abran una brecha en ese límite…
Nada es rígido. La rigidez es una forma que hemos adoptado,
que nos hace pequeñitos y nos impide expandir lo que llevamos dentro. Vernos en
esas rigideces es el paso más importante para decidir –o no- transitarlas para,
simplemente, volver a recuperar al ser espontáneo y creativo que todos llevamos
dentro.
No soy lo que creo ser. Soy mucho más. Soy todo lo demás.
Con amor,
Ángeles ♥
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